Por cada minuto que pasaba, su asombro aumentaba.
Aquel castillo era demasiado enorme como para recorrerlo en el mundo humano sin
que te ardieran los pies de tanto caminar, pero para su suerte, allí podía
hacerlo perfectamente y sin ningún atisbo de dolor. Podía decir que nunca había
visto un lugar tan bonito. Sinceramente, incluso pensó en vivir allí para
siempre, alejado de todo, siendo feliz, haciendo el mundo un lugar mejor para
todos, pero se dio cuenta de que ese había sido uno de los pensamientos más
egoístas que había tenido. Necesitaba a su Frank, sin él, no podría ser feliz
aunque estuviese en el mismísimo cielo, si es que existía tal lugar.
En aquel sitio, había explorado bonitos jardines detrás de
su habitación, con plantas que jamás había visto antes, que se movían causando
graciosos sonidos y cambiaban de color cada cierto tiempo. Árboles que
comenzaban por las ramas y hojas, y acababan en un tronco con forma triangular.
Hierba y rocas que se alineaban según iba pasando, formando un camino al gusto
del caminante. Un extraño tronco permanecía en la salida del jardín, y tras
este el curioso río rojo fluía y realizaba distintos transcursos. Un simple trozo
grueso de madera, también mencionado anteriormente como tronco, poseía dos
largas extensiones cada cual formada cinco pequeñas ramas cada una, como si de
manos se tratasen. Gerard quedó petrificado cuando esas ramas se movieron con
facilidad hacia el río rojo, llenando de agua sus peculiares manos, para luego
rociar la vegetación del jardín al extender estas. Gruesas gotas color carmín
caían sobre las hiperactivas plantas, haciéndoles aumentar su ruidoso
cuchicheo.
-Maravilloso…-susurraba extasiado. Se acostó allí mismo,
delante del gran tronco, escuchando a las ruidosas flores. Se le ocurrió una
extraña idea, pero tal vez funcionaría…-Hola, soy Gerard, y soy nuevo aquí,
espero que no os incomode. Quiero aprender todo lo que sea posible, y lograr
ser tan poderoso como los demás.-les saludaba en un intento de recibir una
respuesta. No recibió ninguna a cambio, pero aguzo su oído, y mediante una
suave brisa pudo escuchar algo.
-Bienvenido, Gerard. Yo soy el guardián del jardín, me
llaman Guardián, y me encargo de mantener vivas y felices a mis preciadas
amigas, las plantas. Lo conseguirás, puedo percibirlo.- Gerard se sobresaltó
por un momento al escuchar aquello, que supuso que venía del gran tronco, y que
no tenía volumen alguno, al igual que tono de voz; simplemente, esas palabras
se formaban en su cabeza.
-Encantado, Guardián. Las plantas están hermosas, haces muy
bonito trabajo. Gracias.- sentía tanta paz como no había sentido jamás.
-No es un simple trabajo, es algo que hago
inconscientemente, para conseguir su bienestar, velando por ellas, animándolas
cuando están tristes, y compartiendo su felicidad cuando algo bueno ocurre,
como tu llegada.
El pelinegro no cabía en sí, se sentía tan bien hablando con
un palo de madera…
-Guardián, te admiro. A mí… me gustaría poder hacer algo así
por una persona, pero lo único que hago es causarle daño…-confesó con tristeza.
-No todo siempre puede ser bueno, a veces es necesario tener
ciertas dolencias, para así aprender a apreciar lo positivo. Cuando alguna flor
rebelde es avariciosa y no quiere compartir su agua, no se preocupa ya que
tiene líquido de sobra, pero otro día en el que es ella a la que le falta,
llega a entender lo que se siente su ausencia, y la otra, lo que se siente al
estar completamente abastecida, pero ambas se arrepienten ante tal acto, y así
eso no vuelve a pasar, aprenden una importante lección. Es igual cuando una
flor está acompañada por el resto, sintiéndose dichosa, mientras que otra sufre
por la soledad, y todo lo anterior se vuelve a repetir. De los errores se
aprende, y si el otro ser sabe que lo quieres realmente, no necesitará nada más
para vivir, podrá esperar cientos de años gracias a esa verdad. Además, el
reencuentro será mayor y más conmovedor cuanto más tarde sea, ¿no crees?
-Tienes razón. Me siento mejor. Nosotros hemos madurado juntos.
Estoy seguro de que él conoce con certeza la profundidad de mi amor.-Gerard no
sabía cómo aquel ser podía comprenderlo de tal manera.
-¿Sabes? Tu abuela fue quien me creó hace ya un tiempo, fui
lo primero que existió en este terreno, me sentía tan solo… pero ella hablaba
conmigo, y me prometió que no muy tarde tendría compañía. Luego se fue y no la
volví a ver, pero llegaron estos chicos y crearon todo esto por orden de tu
abuela, la cual me aseguró su vuelta.-decía nostálgico, paseando sus largas
ramas a través del fondo del río.
-Vaya…hasta hace poco, no sabía siquiera de la existencia de
este lugar, pero estoy seguro de que Helena tenía todo esto planeado, el que yo
esté aquí…, ella sabía que pasaría.-permaneció meditando unos minutos-¿Puedo
descansar en tu jardín por un momento, Guardián?
-Por supuesto, el tiempo que desees. Tu compañía me
agrada.-respondió, salpicando a Gerard con el agua del río.
Muchas plantas curiosas rodearon al pelinegro, pero este no
se sentía para nada agobiado, solo sentía tranquilidad.
***
Tiempo más tarde, se despidió de Guardián y de las otras
plantas, con nuevas ganas de seguir descubriendo cosas en aquel lugar,
esperando no perderse.
Más habitaciones de distintas formas y colores observó,
llamando su atención. Una llena de espejos que distorsionaban su figura, otra
en la que la gravedad no existía, existía una que parecía ser una sala de
pintura, en la que permaneció embobado mirando tales obras, que al ser tocadas se
movían. Había una habitación que solo constaba de una diminuta puerta del
tamaño de un insecto, pero que se iba abriendo poco a poco gracias a la mirada
de Gerard. En su interior no había otra cosa que un suelo de colchonetas que se
movían, y que al ser pisadazas lo hacían saltar, lanzándolo muy alto, pero sin
llegar a chocar contra el techo, ya que este prevenía el golpe y una parte de
él subía, como si estuviese hecho de elástico. Entró a otra completamente hecha
de golosinas, pero si ahí no sentía hambre, ¿para qué aquello? Otra más fue
abierta, y en ella encontró unas paredes curvas, sin esquinas, forradas con
papel con dibujos de huesos, y en cuyo interior permanecían juguetes y
artilugios normales para mascota. De un momento a otro, observó como lo que
parecía ser un perro salía de una casita, pero a diferencia de los del otro
mundo, este tenía alas y volaba a su alrededor, ladrando como un animal
corriente.
-Hola, pequeño.-Gerard acariciaba al chihuahua de pelo largo
con suavidad.
En otra DIMensión
¿Qué había sido de Frank? Muchos meses habían pasado, él ya
era un chico de dieciséis años que no había vuelto a ser el mismo después de
todo lo ocurrido. Soledad, era la palabra que mejor definía sus sentimientos.
Debía ser fuerte, debía sobrellevar su vida. Después de todo era él el que
animaba a Gerard a seguir viviendo, a que fuera feliz, ¿qué le diría ahora si
lo viera así? Decidió aplicarse y lograr hacer todo lo posible, para así no
defraudar a su amor cuando este volviese en sí. Frank se había convertido en un
gran amigo de Mikey, el cual estaba devastado y necesitaba lo poco que le
quedaba de su fuerza para seguir adelante. Desde que todo aquello había pasado,
nada ni nadie era igual. Aquel a quien supuestamente nadie le importaban, por
el que nadie se preocupaba y todos ignoraban, había cambiado el instituto gracias
a su asusencia.
El pequeño no volvió a recibir llamada alguna, y sus
compañeros no sospecharon nada aquella vez, solo lo etiquetaron como sonámbulo.
Sin embargo, mientras vestía las prendas de su novio, como a él le gustaba
hacer para poder sentir algo de él, de nuevo notó cómo su cuerpo le era
invadido por algo. El demonio que estaba en su interior no era muy poderoso,
para su suerte, era un ser que simplemente se aburría y le divertía causar
estragos en el otro mundo, y cuando una propuesta por parte de otro espectro
para tomar el cuerpo de aquel humano fue hecha, no dudó un momento en aceptar.
Quería saber lo que se sentía hacer cosas de un ser humano.
Frank salió de la habitación, caminando como un robot,
mirando todo a su alrededor. Decidió intentar comer, para ello se dirigió
nuevamente a ese comedor que le llamaba la atención. Ya en su destino, entró a
la cocina y tomó con sus manos lo primero que vio, llevándolas a su boca. Por
desgracia, aquel pescado que había probado le desagradó, y lo intentó con otra
cosa. Su paladar no se había adaptado a esos extraños alimentos, así que
abandonó la estancia. Caminaba por el instituto, dando golpes a cualquier cosa,
sintiendo el dolor, cosa que tampoco le agradó. Regresó a su habitación de mal
humor, no había encontrado nada que le gustara hacer que no fuera asustar a una
que otra persona que andaba por ahí.
Entró al baño y se desvistió con torpeza, sintiendo el frío
calar sus huesos. Se observó detenidamente en el espejo con curiosidad, y
acarició cada parte del cuerpo de ese niño para descubrir nuevas sensaciones,
mayor fue su sorpresa cuando al acariciar un trozo de carne entre sus piernas,
descubrió el placer humano, una sensación que hacía temblar su cuerpo y volvía
loco de deseo al ser más inocente. Continuó acariciando este, expectante por lo
que ocurriría, sintiendo como crecía en sus manos y cada vez lo notaba más
duro.
-Ah…ah…-no podía evitar gemir, pues aquello no recordaba
haberlo sentido jamás. Aquel era un espectro que había pasado al otro mundo con
solo ocho años, y que sufría por no poder haber experimentado cosas como esa.
Continuaba masajeando su miembro, desde delante hacía atrás,
descubriendo que si acariciaba la punta, el placer aumentaba. Poco a poco iba
aprendiendo los puntos en los que se sentía mejor, y los movimientos que le
hacían aumentar sus gemidos. Tiempo después, un extraño líquido blanquecino se
escurría de su miembro, manchando sus manos. Se preguntaba qué era aquello.
Veía con curiosidad como su pene volvía a estar flácido. Por simple curiosidad,
llevó un par de dedos a su boca para apreciar el gusto de aquella sustancia,
pero era amarga y no le gustó.
Salió de allí y caminó hacía su cama, acostándose en ella
para poder descubrir cómo se sentía el dormir, cerrando sus ojos y excitado por
tantas cosas nuevas que habían ocurrido en tan pocos minutos.
En otra DIMensión
-¿Qué has hecho qué?- regañaba Murthog a uno de sus
estúpidos súbditos, después de todo, tenía que tener en cuenta la edad que
tenían estos al morir, ya que influía en sus deseos y valores.
-Yo…le he mandado al otro mundo para que moleste a Frank, y
que así Gerard sufra más al ser este tan preciado para él.-El pobre espectro no
sabía qué podía haber de malo en su idea, así que repitió lo planeado sin
entender la ira del otro.
-¿Eres estúpido? ¿No piensas en las consecuencias que eso
puede llevar? Si alguno de tú-ya-sabes-quienes- no quería causar revuelo a su
alrededor, así que omitió sus nombres- se entera de esto, todo acabará. Si él
permanece mucho tiempo en el cuerpo de Frank, cuando salga puede que descubra
que puede entrar a este mundo, no dudo de que Gerard le haya contado sobre
esto, y todo sería peor, idiota. Gerard tendría a Frank aquí mismo, tendríamos
a otro guerrero en nuestra contra, se apoyarían el uno en el otro y acabarían
con nosotros, ¿¡es que no lo entiendes, idiota!? Además, hace un tiempo que no
veo a Gerard por aquí, y tengo mis sospechas de que haya encontrado a
tú-ya-sabes-quienes, ¿qué hacemos entonces?
-Yo…lo siento, no había pensado en eso…-se dio cuenta de su
grave error.
-Gerard no es bobo… pero si ya les encontró, solo hay que
atacar cuando ellos no estén, sin embargo, junto a Frank sería demasiado
peligroso. No actuéis sin que yo no os haya ordenado nada, o les llevo a
tú-ya-sabes-quienes en bandeja de plata. Eso va para todos, ¿entendieron?-La
situación para Murthog solo se complicaba cada vez más, pero destruiría a
Gerard costase lo que costase, de eso estaba seguro.
Mientras tanto, Kai había salido de la zona segura, e iba en
busca de las respuestas de un sabio y bondadoso espíritu al no encontrar al ser
del cual sospechaba. Lo observó a las orillas de un profundo y oscuro abismo,
quieto y con su cabello revoloteando gracias a algo que surgía de ahí abajo.
-Hola, Genesis.-saludaba Kai al hombre de cabello tan largo
que casi llegaba a su cintura, de aspecto adulto pero no se le echaban más de
cuarenta años, aunque en realidad, llevaba allí cientos y cientos de estos. No
se conocía nada sobre cómo falleció. Era muy listo y conocía muchas respuestas
para todo, así que muchos seres acudían a él en busca de información.
-Hace ya tiempo que no te veía, Kai. ¿Qué es esta
vez?-Genesis no estaba del bando de nadie, simplemente hacía sus deducciones
sobre cual ganaría, y estaba intrigado por el resultado, pero nada más, ya que
esto no le influía a él en nada. Aún así, Kai le caía bien.
-Qué directo, como siempre.-rió Kai.-Quería preguntarte…
sobre las posibilidades que hay de que un humano tenga el don al ser poseído,
saber cuánto tiempo como mínimo conlleva esto y qué pasaría con esa persona.-no
se ando con rodeos, y fue directo al grano.
-Veamos… si solo llega a ser una vez, y si el periodo de
tiempo se posesión es menor a las veinticuatro horas, nada pasará. Se
necesitaría un mínimo de setenta y dos horas, y por cada vez que se entra y
sale de su cuerpo, este se debilita más y lo hace más débil y accesibles,
cambiando varias cosas y por lo tanto otorgándole el don con más facilidad. Es
algo complicado, la verdad, solo sé de la existencia de uno al que eso le
ocurrió, por lo que las probabilidades son menores que una entre cien
millones.-sentenció, sin saber por qué el menor quería saber aquello.
-Pero… ¿y si eso llegara a pasar?
-Aún si eso pasara, su poder sería tan débil que el entrar
aquí le tomaría mucho tiempo, y no permanecería ni siquiera un día humano aquí,
a no ser… que alguien de aquí le ayudara gracias a un entrenamiento y
mantuviese cosas como conversaciones con él aquí para mantenerlo atado por un
momento, pero puede ser peligroso para esa persona ya que como a ti te habrá
pasado, puede quedar atrapado en este mundo, y en coma en el otro. ¿A qué viene
eso?
-¿Y cómo se podría evitar que eso pase?-continuaba,
omitiendo la pregunta de Genesis.
-Bastaría con que esperaras a que el espectro abandoné el
cuerpo por un momento y regrese aquí, porque como sabes no pueden permanecer
mucho tiempo allí, y si sabes quien es, acabas con él, y se solucionó el
problema.
-¿Sería posible que se volviera al menos tan poderoso como
yo en poco tiempo?
-Como ya te dije, todo depende de quién lo ayude…
-Bien, muchas gracias. Adiós.- Kai se marchó velozmente
hacía su “hogar”, escuchado un “aún me debes una explicación” por parte de
Genesis, pero él ya sabía lo que necesitaba, ahora todo se basaba en una
difícil elección.
Estaba a punto de entrar al castillo, pero recordó que
llevaba demasiado tiempo ahí, y corría el riesgo de quedar atrapado.
-Mierda, ¿qué hago?-se preguntaba a sí mismo.
Decidió ir al otro mundo por un momento, y así aclarar su
mente, para volver lo antes posible.
Al día siguiente en el mundo de los vivos, Kai miró el
calendario por un momento.
-¡Demonios!-exclamó cuando se dio cuenta de que Gerard
llevaba ya más de un año en aquel lugar, y que aún no habían practicado el
volver al mundo de los vivos, pero es que el tiempo pasaba tan rápido ahí… aún
así, se había vuelto muy poderoso, y los entrenamientos iban cada vez mejor.
Sin más cavilaciones volvió a “dormir”, para regresar con
sus compañeros.
-Hey, chicos. Reunión grupal.-anunció Kai nada más llegar.
-Bien.-Gerard miró con curiosidad al líder, mientras
acariciaba a Koron, el pequeño perro alado. En aquel entonces Ruki le había
contado que esa era su mascota cuando él estaba en la escuela, y que había
muerto, pero que un día lo encontró en este mundo y lo trajo aquí, creándole un
par de alas porque según él, sería más feliz y estaría más entretenido si
volaba.
El animal intentó escapar, pero el pelinegro lo sujeto,
mientras el pobre Koron movía sus alas en un intento fallido de huir.
-Gerard… es sobre Frank, si quieres podemos habarlo en
privado.-comunicó Kai. La cara de sorpresa y emoción del pelinegro no podía ser
disimulada.
-No, no importa. Confío en ustedes, y a estas alturas, ya
son como de mi familia.-dijo Gerard sin timidez alguna, puesto que lo que había
dicho era cien por ciento la verdad.
-Bien pero pase lo que pase, la decisión es tuya, piensa por
ti mismo, ya que lo conoces más que alguno de nosotros.
-Está bien, pero dilo de una vez.-Gerard comenzaba a
sentirse nervioso, algo le decía que lo que escucharía no sería algo bueno.
Todos permanecían en el sillón, con tanta curiosidad como el
pelinegro por lo que Kai tenía que decir.
-Bien, alguien está poseyendo a Frank continuamente, si eso
sigue pasando él puede llegar a tener el don y estar aquí con mucho
entrenamiento, o al contrario, podemos acabar con el ser que esté haciendo eso
cuando regresé a este mundo y se acaba todo el asunto. Tienes que elegir lo que
creas que es mejor. Sé que querrás que Frank esté contigo…pero quizás prefieras
que no se meta en esto.-fue breve haciendo un resumen de lo ocurrido.
A Gerard se le derrumbó el mundo ahí mismo. Una decisión tan
complica no podía ser tomada tan a la ligera. ¿Debía decidir él el futuro de
Frank, cuando ni siquiera sabía decidir el suyo propio? Pero, ¿cómo estaría
Frank en esos momentos? Alguien estaba dañando a su amor, y él… después de todo
ese tiempo, ni siquiera había sabido nada de él. No se movió ni parpadeó,
continuó procesando toda la información.
-¿No hay manera de que… de que él decida?-preguntó al fin,
temblando levemente.
-Desgraciadamente no, aunque lo llame por teléfono y aprenda
inglés, en estos momentos no es el Frank que conoces… y la única forma de
comunicarnos con él, sería si acabamos con el demonio, lo que nos llevaría a
tomar la decisión de negarle el don.
-¿Por qué no nos lo habías dicho antes?-pregunto Reita
atónito.
-Quería informarme de todo antes de decir algo… además, si
habláramos con él, aunque yo no lo conozca, si te ama, no dudará en ir contigo
sea como sea, sin importarle las consecuencias.
-Lo sé… él haría algo así. Yo… déjame pensarlo.-no sabía qué
hacer, de repente todo lo que había en su cerebro se había esfumado.
-Claro, sé que es difícil.-Todos los presentes pensaban que en
una situación así, tampoco sabrían que hacer.
-Si quieres consejos o algo…sabes que estamos para ayudarte.-decía
Aoi, intentando evitar la tensión entre ellos.
-Lo sé. Gracias, chicos.-tras decir aquello, Gerard se
retiró a su habitación para pensar mejor. Esto le había tomado de improviso.
Gerard amaba a Frank, sabía las consecuencias tanto psicológicas
como físicas que le causarían estar ahí, además aún era un niño… ¿cuánto había
cambiado Frank en este tiempo? ¿Estaría más alto? Deseaba tanto poder verlo y
escuchar su voz… por ese lado existía su egoísmo, que le llamaba a traerlo ahí
para estar junto a él día y noche, pero ¿cómo podía ser tan egoísta? Por encima
de todo, estaba su felicidad. Imaginaba el rostro de alegría de Frank al
observar tantas cosas maravillosas, y su sorpresa al descubrir sus habilidades
que habían mejorado considerablemente. Pero, ¿cómo iba a destruir su vida y sus
creencias de ese modo? Se encontraba en una encrucijada, esto era una batalla
entre su corazón, y su cerebro.
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Aquí les dejo un largo capítulo, espero que les haya gustado.
¿Qué decidirá Gerard? ¿Qué harían ustedes?
¿Por qué aquel árbol habla?
¿Pensáis que el perro al poder volar, es más feliz, como cree Ruki (?)?
¿Queréis un perro volador?
¿Reita en realidad tiene nariz?
¿El demonio es un pervertido?
¿Os gustaría visitar ese mundo?
¿Por qué el agua es roja?
¿Frank realmente estará más alto?
¿Los unicornios allí existirán?
¿Entre el grupo "tú-ya-sabes-quienes", creéis que hay formadas parejas?
¿Cómo de bueno será Gerard usando su arma? e.e
Esto y mucho más en los próximos capítulos ^-^
Les recomiendo que escuchen esta canción, que es una pieza instrumental que se llama casualmente como capítulo xD
Es esta: People error - the GazettE
Edit: El nombre Genesis, no es que me haya olvidado de poner la tilde, es que es en inglés xD se me ocurrió gracias a un personaje del Final Fantasy basado en Gackt (músico), y que además, mi prima se llama así, (pero con tilde xD).
Nos leemos pronto, adiós n_n
No olvidéis que vuestros comentarios son mi alimento inspirativo (?)